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Personas

Si tuviera que expresar con palabras lo que siento cuando veo en televisión y en redes sociales la labor de la ONG Proactiva Open Arms, admiración y respeto serían las adecuadas. Por eso cuando escuché en las noticias que la justicia italiana tiene retenido su barco y acusa al capitán del buque y a la jefa de misión de favorecer la inmigración ilegal, no pude sentir otra cosa que no fuera rabia e impotencia.

Las últimas cifras que he encontrado sobre acogida de refugiados en España son de octubre de 2017: 2190 acogidos frente a los 17337 comprometidos por el Gobierno. La acogida europea roza el 30% solamente, sin olvidar el acuerdo al que se llegó con Turquía para evitar que los refugiados llegaran a los países de la Unión. En definitiva: la vergüenza que debemos sentir es más que notable.

Sin embargo, hay gente buena y comprometida. La foto del pequeño Aylan muerto en una playa de Turquía dio la vuelta al mundo y un español, Óscar Camps, decidió entonces que tenía que aportar su granito de arena para evitar que aquellas imágenes pudieran repetirse. Con sus ahorros, se fue a Grecia -a Lesbos- a salvar las vidas que no estaba salvando ningún gobierno. Aquel granito de arena se convirtió en una labor imprescindible, con la que él y el resto de voluntarios han salvado miles y miles de vidas. Labor que ahora Italia quiere criminalizar.

Quienes cruzan el Mediterráneo arriesgando su vida, huyen del horror de la guerra o de la pobreza más absoluta. Y esos que cruzan, son personas. Personas a las que les encantaría estar en su país, en su casa...si su país viviera en paz. No arriesgan su vida por gusto: la arriesgan para poder vivir. Muchos se han quedado en el intento, pero otros muchos lo han logrado y han salvado su vida gracias a Proactiva Open Arms. Así que espero que la acusación contra esta ONG se quede en nada y que pronto puedan retomar las acciones en el Mediterráneo. Salvar vidas nunca puede ser delito. Ojalá Italia y el resto de países de la UE hagan examen de conciencia y piensen en lo vergonzoso y dramático de su posición en este tema.

Y un último deseo, aunque ya sé que es una utopía: que los gobiernos de los países piensen en las personas.

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