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Harto

Ayer escribí sobre lo que entendía que debía ser el acto homenaje de hoy en Barcelona por el primer aniversario de los atentados en Cataluña. Para qué nos vamos a engañar: uno era lo que deseaba y otro lo que suponía que iba a pasar. Y efectivamente, pasó.

Una pancarta en Plaza Cataluña diciendo que el rey de España no es bienvenido en los Países Catalanes, gritos a Gemma Nierga por leer su discurso en catalán, enfrentamiento entre los CDR y un grupo monárquico, que han tenido que ser separados por los Mossos...En fin, algo absolutamente penoso.

La elección de Gemma Nierga como conductora del acto conmemorativo me ha parecido un acierto. Es una periodista suficientemente reconocida, prestigiosa y que se ha mojado cuando lo ha considerado oportuno. Lo de que haya leído su discurso en catalán es bastante lógico. ¿Por qué no iba a hacerlo, si es lengua cooficial en Cataluña?Que a estas alturas de la historia, haya gente que no tolere que se hable en catalán me parece de una incultura preocupante y que además, se pongan a gritar "¡En español!" mientras leía su discurso es una falta de respeto total a las familias, al acto en sí y a la propia Gemma.

Las pancartas, tanto la que iba en contra del rey, como las que piden libertad para los políticos catalanes presos, estaban fuera de lugar en un día como hoy. ¿Tan obsesionada está la gente con la política, que son incapaces de aparcarla por un día?Lo mismo que la concentración organizada por los CDR o la convocada por Unión Monárquica -evidentemente, una a favor de la independencia y la otra a favor de la monarquía y de la unidad de España-: penosas las dos.

En los actos parece que los políticos supieron comportarse, dejando además las primeras filas para los verdaderos protagonistas del día: los afectados por los atentados. Eso sí fue un gran acierto. Pero terminado el ceremonial, todo se fue al traste con Torra dando declaraciones en las que admitía que no quería estar al lado de Felipe VI, con Pablo Casado y Dolors Montserrat quejándose de los gritos que les profirieron; Puigdemont cargando contra el Estado español por, según él, falta de información relativa a los atentados...

Lo que pudo ser un día emotivo, con un acto bonito -que lo fue-, ha quedado emborronado por culpa de la inquina que se tienen unos y otros. No hay respeto ante las distintas maneras de pensar y sentir. No se tolera que otro piense diferente. Ni siquiera han podido respetar un homenaje a las víctimas. Y tengo que confesar que ya estoy harto: no voy a generalizar porque no todo el mundo es igual, pero estoy muy cansado de la intolerancia de gente de uno y otro bando. Qué narices, estoy harto de que haya bandos, como si esto fuese una guerra, como si fuésemos enemigos. Estoy harto de que los políticos, en lugar de tender puentes, se dediquen a echar gasolina al fuego; harto de que se meta a todos los catalanes en el mismo saco, y de que pase lo mismo con los españoles. Estoy harto de las banderas de España y de las independentistas, que la gente porta envolviéndose en ellas como si fuesen a resolverles la vida. Cansado, muy cansado de los enfrentamientos entre monárquicos y republicanos: que cada uno defienda su visión respetando al que lo ve diferente. Hastiado de quien no entiende que ser independentista es una opción legítima, igual que no serlo; de quien no entiende que ser demócrata es querer libertad, pero también respetar las leyes; de quien no entiende que la época del fascismo en España terminó con la muerte de Franco y por eso sigue anclado en aquellos negros años levantando el brazo y gritando ¡Arriba España!; y de quien desprecia a los españoles por creerles inferiores, incultos y fachas. Estoy muy harto de todo eso.

Soy aficionado a la política, me parece apasionante, pero hoy siento que la aborrezco.

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